Con 18 años y la ilusión de arrancar sus estudios en Administración y Dirección de Empresas, Antonio Murillo busca piso para alquilar en Málaga. Al igual que otros miles de estudiantes, su mayor problema no es patearse las calles en pleno verano con un calor extremo: es encontrar un sitio decente a buen precio. “No es un proceso fácil”, reconoce el chaval, al que le piden siempre entre 300 y 400 euros mensuales por una habitación más los gastos, que se pagan aparte. Además, le suelen solicitar dos meses de fianza e incluso que pague los meses de julio y agosto si quiere seguir el siguiente curso. “Y en muchos dicen que solo aceptan chicas porque ven a los chicos como problemáticos”, se queja también quien, tras visitar varios inmuebles, aún no ha conseguido asegurarse una cama para estudiar. Reside en Ronda, a un centenar de kilómetros.Su situación es una consecuencia más del coste de la vivienda en esta ciudad andaluza, disparado. Los datos del portal inmobiliario Idealista reflejan que, de media, el metro cuadrado de una vivienda en alquiler cuesta 15,6 euros. Es más del doble (120%) que hace una década, cuando alcanzaba 7,1 euros. Además, según Pisos.com, es la quinta capital más cara del país para alquilar, en línea de los informes que, desde hace años, la ubican siempre en los primeros puestos del aumento de precio de los pisos o incluso liderando las clasificaciones. La escasez de obra nueva es clave, como el aumento de demanda —nacional y extranjera— en una ciudad que se ha puesto de moda. El auge de los pisos turísticos ha puesto la puntilla a un mercado imposible: hay más de 12.000 según el registro de la Junta de Andalucía. “En la zona donde está la universidad, el barrio de Teatinos, se construye mucho, pero todo se compra para invertir: la especulación inmobiliaria es el grave problema que afecta a todos. Y eso entra muy en contradicción con el alumnado de la universidad”, destaca Curro Machuca, portavoz del Sindicato de Inquilinas de Málaga. El también profesor universitario pide más responsabilidad a las administraciones, en especial a la Junta de Andalucía, en plena guerra con las universidades públicas andaluzas. Encontrar piso, en estas condiciones, es un proceso con tintes de pesadilla. Y cuando sale una oferta, hay tortas por ella. Lo saben bien la cordobesa Estefanía Fernández y la jiennense Ana Belén Delgado, ambas de 23 años. En abril anunciaron que se les quedaban dos habitaciones libres en el piso donde viven de alquiler a 375 euros por cada una de las cuatro habitaciones —1.500 euros en total— con luz y agua aparte. Solo unas horas después tenían más de 50 chicas interesadas. “Fue rapidísimo”, recuerdan. Y no es ninguna ganga. “Vivimos a media hora a pie de la facultad. El piso está reformado, pero todo está viejo y pagamos una barbaridad, pero es lo que hay”, subrayan. “Intentamos buscar algo más cerca de la facultad, pero todo es bastante más caro”, se resignan. Basta dar un paseo por portales como Rentola. En él hay 212 ofertas de pisos o habitaciones en Málaga. Solo cuatro bajan de 400 euros. Y la inmensa mayoría cuestan más de 500. “Situación muy complicada” Los estudiantes universitarios saben, además, que este curso lo tienen aún más difícil debido al aterrizaje de dos centros universitarios privados. Alfonso X El Sabio y la Universidad Europea de Andalucía sumarán 1.300 nuevos alumnos —que serán más en los siguientes años— a los 30.000 de la Universidad de Málaga (UTAMED, también privada y nueva, solo ofrecerá estudios online por lo que no agrava el problema de vivienda). Ambos campus han llegado gracias a las facilidades municipales: el Ayuntamiento de Málaga les ha cedido de manera gratuita el suelo donde se levantan sus campus, que suman más de 50.000 metros cuadrados. Además, aunque la reforma del decreto de creación de universidades (que pretende aprobarse en Consejo de Ministros en pocas semanas) obligará a las nuevas universidades ―todas privadas, no se abre un centro público desde 1998― a “disponer de una capacidad mínima de alojamiento estudiantil equivalente al 10% de las plazas de enseñanzas de grado previstas en la memoria para el cuarto año de su funcionamiento”, la norma no afectará a los dos casos malagueños porque ya están en marcha. Las obras de la Universidad privada Alfonso X el Sabio, en Málaga, en julio de 2025.
García-Santos (El País)“La situación está complicada, muy complicada”, reconoce María José Berlanga, vicerrectora de Igualdad, Política Social y Bienestar Universitario de la Universidad de Málaga (UMA). Entre sus competencias se encuentra el Programa de Alojamiento. La gestión es gratuita, pero año a año se vuelve más compleja. El catálogo de viviendas es menor y las que llegan “y se alquilan a toda velocidad”. “Es un problema serio, no podemos decir lo contrario”, añade Berlanga. La institución prevé construir una residencia con un millar de plazas en el campus de Teatinos, pero mientras llega, solo cuenta con las 257 plazas de la Alberto Jiménez Fraud. A partir de septiembre, 191 de ellas serán ocupadas por estudiantes que ya estaban el curso pasado, con prioridad. Otras 18 son para jóvenes con discapacidad o alto nivel. Así que quedan libres apenas medio centenar de camas para las que tienen 452 solicitudes. La adjudicación depende de la renta, la distancia del municipio de origen y el expediente académico.“Y para los de primer curso todo es aún peor: son los últimos en saber si tendrán plaza en lo que quieren estudiar y en la ciudad que prefieren, así que llegan los últimos cuando todo está alquilado”, insiste la vicerrectora. La universidad está en conversaciones con el Consorcio Metropolitano de Transportes para mejorar las conexiones desde los municipios cercanos para facilitar que el alumnado pueda quedarse en casa y viajar a diario, aunque pierden parte de la experiencia de ser universitario y apenas pueden acudir a las charlas y otras actividades organizadas por las facultades. La UMA cuenta, además, con un programa de alojamiento con mayores, aunque apenas es elegido por una decena de chavales al año. Crecimiento del alumnado“La situación será cada vez más difícil porque las universidades privadas traerán un crecimiento de estudiantes exponencial año a año”, insiste Javier Ríos, fundador de Uniscopio, compañía que orienta a los estudiantes y, también, gestiona alojamientos en residencias privadas, que escasean. Hoy Málaga cuenta con 5.300 plazas en una veintena de estos alojamientos, pero la demanda es el triple, según la compañía, que indica la existencia de proyectos para añadir otras 1.200 plazas hasta 2027. Una mujer mira los pisos disponibles en una inmobiliaria de Málaga, en julio de 2025.García-Santos (El País)“Lo que sorprende es que es una de las ciudades universitarias con menos residencias universitarias y ni un colegio mayor a pesar de tanta demanda”, destaca. Y señala que aunque a veces el precio de estos alojamiento es mayor al de los pisos, su oferta de servicios suele compensar ese precio. Eso sí, según un estudio de la compañía, el precio medio de una residencia en Málaga es de 577 euros al mes y el de un piso, 609. Los dos nuevos centros privados, por su parte, aportan pocas soluciones. La Universidad Europea de Andalucía empezará este curso con 500 alumnos en sus estudios —la previsión de superar los 5.000 en 2030— de los que solo la mitad serán de Málaga. El resto deberá encontrar un sitio desde la universidad insisten en que hay muchas opciones. “La diversidad de la oferta disponible —entre residencias, coliving y alquiler privado— permite a los estudiantes contar con alternativas para adaptarse a diferentes perfiles y presupuestos”, sostienen desde la compañía. Mientras, la Alfonso X El Sabio espera tener 800 estudiantes en septiembre —hasta llegar a los 4.000 en cinco años— pero no ha respondido a EL PAÍS a las preguntas sobre cómo prevén alojar a sus estudiantes.

La apertura de dos universidades privadas en Málaga agrava el problema del alojamiento: la mayoría de las habitaciones supera los 500 euros | Educación
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