Casi cuatro años después de que los representantes de 175 países aprobaran en la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEA, sus siglas en inglés) la creación del primer tratado global contra la contaminación por plástico este acuerdo está en el limbo. El documento debería haberse rematado en 2024 para abrirse a la ratificación de los Estados este 2025. Pero las negociaciones se tuvieron que suspender sin acuerdo en agosto en una reunión en Ginebra. La de la ciudad suiza fue la sexta ronda de encuentros oficiales para elaborar el texto, al que se le suman un sinfín de contactos informales. Tras el fracaso del verano, no hay fecha para retomar estas complicadas negociaciones para hacer frente a una contaminación que avanza galopante y golpea la salud global. La gran batalla ahora es quién presidirá el Comité Intergubernamental de Negociación (conocido por las siglas INC) que tiene el encargo de elaborar ese acuerdo en unas conversaciones en las que participan todas las naciones presentes en la ONU. Irak es uno de los cuatro países que se han ofrecido. Forma parte del llamado grupo de Estados Árabes, un bloque negociador encabezado por Arabia Saudí que se opone frontalmente a que el nuevo tratado ponga límites o controles a la producción de plástico, la vía para frenar este problema según los estudios científicos y activistas. Los petroestados ven en el plástico —un derivado del petróleo— una salida ante la esperada reducción en el uso de los combustibles fósiles por el avance de las renovables y el coche eléctrico. A ellos se les unió en agosto la Administración de Donald Trump, que antes de la reunión de Ginebra advirtió por carta a varios países de que no admitiría un acuerdo que incluyera las menciones a recortar la producción de plástico. En el último año, el equipo de Trump ha mostrado ya en varias ocasiones una actitud amenazante en el seno de la ONU contra los más ambiciosos en políticas medioambientales. “Es probable que sigan usando su poder para proteger los intereses de unas pocas compañías petroleras, gasíferas y petroquímicas, y mantener así el mundo ardiendo y enterrado bajo la contaminación por plásticos”, lamenta Rachel Radvany, del Centro de Derecho Ambiental Internacional.En este contexto, la presidencia del comité negociador es clave. Hasta noviembre, ha estado al frente el diplomático ecuatoriano Luis Vayas-Valdivieso, que ha renunciado al cargo por problemas personales y laborales. Vayas-Valdivieso explica que una norma no escrita de la ONU apunta a que, ante una renuncia voluntaria, el comité debería seguir estando presidido por un país de la región de Latinoamérica y el Caribe. El candidato de ese grupo es Julio Cordano, director de Medio Ambiente, Cambio Climático y Océanos en el ministerio chileno de Relaciones Exteriores. Pero además de Chile e Irak, Senegal y Pakistán quieren presidir también el INC. “Se espera que el nuevo presidente restaure la confianza y la previsibilidad en el proceso del INC y avance las negociaciones hacia un resultado exitoso”, sostiene Tim Grabiel, abogado de la organización Agencia de Investigación Ambiental. Cordano, por su parte, apunta a que la decisión sobre el próximo presidente se tomará el 7 de febrero en Ginebra. Sostiene que, una vez que se resuelva ese asunto, empezarán los contactos para tratar de acordar fecha y lugar de la próxima reunión para retomar las complicadas negociaciones. Sobre el problema de fondo, la producción de plástico, Cordano se muestra cauto e insiste en que los países son los que deben lograr un “punto de convergencia”. Pero añade que “un tratado por sí solo no va a solucionar todos los problemas” y aboga por ver el acuerdo como “un peldaño” en esta lucha. Luis Vayas-Valdivieso en la última reunión del comité para el tratado del plástico en agosto. MARTIAL TREZZINI (EFE)La elección del presidente ha puesto en alerta a muchas de las asociaciones que siguen estas negociaciones. La Coalición de Sociedad Civil y Titulares de Derechos por un Tratado de Plásticos, que agrupa a 166 organizaciones, envió hace una semana una carta al comité en la que, aunque no se decantaban por ningún candidato, sí establecían dos líneas rojas. Por un lado, el tratado debe abordar “la crisis del plástico a lo largo de todo el ciclo de vida”, es decir, que tiene que incluir la producción. La segunda línea roja se refiere a otro de los temas que ha bloqueado las negociaciones: cómo se resuelven las disputas. Esas 166 organizaciones instan al nuevo presidente a “permitir la votación cuando no se puede llegar al consenso, asegurando que el proceso no siga estancándose ante el desacuerdo”. Pero los países petroleros insisten en que todas las decisiones deben adoptarse por consenso, lo que lleva en este caso a la parálisis y, en otros acuerdos medioambientales, a rebajar las medidas. Ambos asuntos —que las discrepancias se resuelvan votando y que el tratado cubra el ciclo de vida completo del plástico— los defendían alrededor de un centenar de países en la última reunión del INC de agosto. Era lo que figuraba también en el mandato de la Asamblea de la ONU para el Medio Ambiente de hace cuatro años en la que se instó a la elaboración del tratado. Este lunes arranca en Nairobi una nueva reunión de esta asamblea, que durará hasta el viernes. Se hablará de este acuerdo sobre plásticos, aunque no se fijará una nueva fecha para retomar las conversaciones. Producción disparadaPero, ¿por qué se necesita un tratado? Porque multitud de estudios advierten de que es un problema fuera de control que requiere medidas efectivas. El grupo de expertos del Pew Research Center le ha puesto cifras en un reciente informe: en este momento, cada año acaban en el medio ambiente 130 millones de toneladas de plásticos. “Sin una acción global ambiciosa, esa cifra ascenderá a 280 millones de toneladas para 2040, el equivalente a verter casi un camión de basura de residuos plásticos cada segundo”, advierte el estudio. “Este aumento se verá impulsado principalmente por el rápido crecimiento de la producción y el uso de plástico, especialmente en envases y textiles, que saturará aún más los ya deficientes sistemas de gestión de residuos”, añade.Este es un problema medioambiental nuevo. La producción mundial de plástico en 1950 rondaba apenas los dos millones de toneladas. En estos momentos, está ya en 450, y Pew estima que en 2040 llegará a los 680 si no se toman medidas de calado. La principal conclusión de este estudio, como el de muchos otros, es que se deben “reducir los niveles de producción de plástico primario”.Este no es solo un problema para el medio ambiente, es también sanitario. “Numerosos estudios recientes confirman que muchos de los miles de productos químicos utilizados en los plásticos (incluidos monómeros, polímeros y aditivos) son perjudiciales para la salud”, explicaba hace unos meses en un informe dirigido a los negociadores del tratado la Organización Mundial de la Salud (OMS). Y entre la larga lista de dolencias que pueden causar los compuestos que se emplean en los plásticos la OMS menciona el desequilibrio hormonal, los trastornos reproductivos, la infertilidad, las enfermedades renales, el cáncer y las enfermedades cardiovasculares. Acuerdos alternativosA pesar de la acumulación de estas evidencias y advertencias, el tratado continúa aún en un limbo. Cuando se retomen las negociaciones en este contexto geopolítico tan complicado, los delegados de los países más ambiciosos tendrán que enfrentarse a un dilema: ¿es mejor un mal acuerdo que no llegar a ninguno? “Mi opinión es que se debería continuar negociando, pero no llegar a un acuerdo sobre cualquier tratado, especialmente uno que mantenga la situación como está para una o dos generaciones más”, sostiene Grabiel, de la Agencia de Investigación Ambiental. “La gravedad de la crisis del plástico no nos permite simplemente esperar a un mejor contexto geopolítico”, añade por su parte Radvany, del Centro de Derecho Ambiental Internacional. “Los resultados de las dos últimas negociaciones, aunque decepcionantes, fueron absolutamente mejores que acordar un resultado débil”, recuerda. “Si un tratado a través del proceso INC no es posible, una vía que está ganando fuerza es una coalición de consumidores donde la mayoría ambiciosa —compuesta principalmente por países que no producen sino que consumen plásticos— podría negociar un tratado adecuado para su propósito que cree los incentivos adecuados para que los productores también se unan, aunque solo fuera para poder seguir vendiendo su plástico”, afirma esta experta.

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