Alyson Stoner (Toledo, Ohio, 32 años) comenzó su vida frente a las cámaras a los 9 años, cuando apareció en el vídeo musical Work it, de Missy Elliott, en 2002. Después, su carrera fue desarrollándose en Disney y Nickelodeon con papeles en producciones como Doce en casa (2003), Camp Rock (2008) o la saga Step Up (2006-2019). Su estrellato infantil o “el camino que lleva al niño al desastre”, como lo describe ahora en sus memorias recién publicadas, había comenzado. En su libro, Semi-Well-Adjusted Despite Literally Everything (Hardcover, 2025), detalla todos los problemas y los daños que supone ser una estrella infantil: sexualización, control adulto rígido, infantilización, presión extrema, trastornos de la conducta alimentaria, acosadores, dudas y esperanzas frustradas. También una etapa en rehabilitación. La narración proviene de su propia experiencia: “El monólogo interior del libro a menudo proviene de páginas de mi diario”, contó a The New York Times en una entrevista del pasado 10 de agosto. Desde los 6 años, Stoner ya participaba en concursos de talentos y de modelaje infantil en su ciudad natal con la esperanza de atraer a directores de casting y agentes. Unos años más tarde, tras mudarse con su madre a Los Ángeles, comenzó una época de audiciones y clases de Interpretación que le permitieron entrar en la industria. En ese entonces, creyó que actuar era su elección, sin embargo, tal y como señala en una conversación con The Guardian publicada este miércoles, “cuando eres un niño, tomar la decisión informada de convertirte en intérprete profesional, con todo lo que ello implicaba, era imposible. Me pregunto profundamente si comercializar mi pasión por la interpretación fue mi decisión”. Stoner, que se identifica como no binaria, relata cómo su vida profesional y personal fue moldeada por adultos a través de la relación con su madre, que era cercana, pero tensa, porque estaba demasiado comprometida con el éxito de su hija: “Mientras yo brillaba, ella brillaba”. Más informaciónPara Stoner, ser una estrella infantil es navegar entre el fracaso y la esperanza. Tanto su éxito temprano como los rechazos que sufrió le marcaron. En sus memorias cuenta como, desde una edad muy temprana, entró en un mundo adulto que requería profesionalidad, pero, al mismo tiempo, “eras recompensado por ser maleable y fácil de trabajar, ya sea aguantar lagunas legales que los ejecutivos encontrarían para permitirte trabajar largas horas, o moldearte a lo que la industria exige”. El no ser escogida o no optar a audiciones también determinaron su infancia y adolescencia: “Cuando eres el producto, piensas: ‘¿Qué me pasa?’. Tuvo un profundo impacto en mi autoestima. El rechazo me dolió muchísimo, pero luego, cuando me elegían, mi autoestima seguía ligada a eso. No estás cultivando un sentido de valía fundamental porque está ligado a cosas que escapan a tu control. Lo singular [de la industria del entretenimiento] es que es una experiencia diaria que vive un niño, que, a la vez, altera todas las demás áreas de su salud y desarrollo”, reflexiona durante su charla con el periódico británico.Alyson Stoner, el 14 de diciembre de 2003, en el estreno de ‘Doce en Casa’, en Los Ángeles (California).Steve Granitz (WireImage/Getty)Sus problemas de crecer entre rodajes no se limitaban a habitar en un mundo de adultos, sino que también suponía tener una vida ajena a la realidad: “Desde los 8 años estaba en un estado de permanente actuación y carecía de un sentido real de normalidad”. Dos ejemplos: su primer beso fue en la serie Hotel, dulce hotel: Las aventuras de Zack y Cody (2005-2008), donde tuvo que besar a ambos hermanos Sprouse, y en Doce en casa 2 (2005) tuvo su primera “cita”. “Pasar por la pubertad ya es bastante duro para cualquier adolescente; hacerlo con adultos, frente a las cámaras, era insoportable. Lo que noté en el cuerpo de una mujer joven fue la repentina expectativa de que debías saber cómo sexualizar las representaciones. Fue una experiencia bizarra y horrible estar en una habitación tras otra con directores de casting adultos, sabiendo que se esperaba de mí, a los 13 o 14 años, que los sedujera”. Todo esto agravó el trastorno alimenticio con el que lidió en su adolescencia: practicaba un régimen de ejercicio excesivo y seguía dietas tan extremas que su ciclo menstrual se detuvo. En The Guardian recuerda un encuentro que tuvo con 9 años y que fue el comienzo de su obsesión corporal. En un set de rodaje, una asistente de vestuario notó el vello oscuro en sus piernas y le dijo que “era sucio e impropio de una dama” y que, hasta que no se lo quitara, debía usar pantalones largos. “Empecé a ver mi cuerpo con desapego, como algo que controlar, arreglar, manipular según cualquier estándar que se me presentara. En este caso, los estándares de belleza extremos de la industria”, se sincera Stoner. Alyson Stoner (centro), con su hermana Correy (izquierda) y su madre Lou Ann Hodge.Amy Graves (WireImage/Getty)A los 17 años, pidió ayuda y, a pesar de que le aconsejaron no ir a rehabilitación porque “su fecha de caducidad como estrella infantil se acercaba rápidamente”, decidió ingresar en un centro. Durante el tratamiento experimentó por primera vez una rutina constante y relaciones “con adultos que no estaban en mi nómina”, recuerda en The Guardian. Tras tres meses en rehabilitación, regresó a Hollywood, aunque buscó proyectos más allá de la actuación: tuvo un canal de YouTube y comenzó un podcast, Dear Hollywood, en el que exploraba la vida de las estrellas infantiles. En un episodio de su programa de audio, Stoner habló sobre una violación que sufrió a los 20 años que, aunque no sucedió durante los años de su fama infantil, afirma ahora en la conversación con el periódico británico que “algo se sentía familiar al respecto”. Esa agresión le hizo revaluar las situaciones en las que había estado expuesta en su infancia y la sensación de que su cuerpo no le pertenecía, ya fuera porque miembros del equipo buscaban debajo de su ropa para conectar un micrófono o los ejecutivos comentaran cómo se estaba desarrollando su cuerpo. A esto se sumó que fue víctima de un intento de secuestro después de que su equipo gestionara un encuentro con alguien que creían que era un fan con una enfermedad terminal. Stoner, a pesar de que sigue actuando, trabaja como coordinadora de salud mental en sets y ha desarrollado herramientas para ayudar a intérpretes jóvenes a moverse en el que una vez fue su mundo. Con su trabajo y con Semi-Well-Adjusted Despite Literally Everything no pretende ni victimizarse ni culpar a nadie, sino cambiar la situación de los niños actores en Hollywood: “Quiero empoderar a las personas con información. Elijo creer que, una vez que sepamos más y mejor, elegiremos mejor, especialmente para los niños”, cuenta a The Guardian. Unas palabras que coinciden con las que dijo en el podcast Wide Open de Ashlyn Harris el pasado 18 de agosto: “Espero que estas memorias sean las últimas de este tipo, porque no solo estoy conectando los puntos entre Hollywood, el desarrollo infantil y la cultura mediática, sino que también estoy presentando soluciones que pueden mejorar significativamente cómo concebimos el estrellato infantil en nuestra cultura”.Cuando en The New York Times le preguntan si animaría a niños y niñas a comenzar una carrera en el entretenimiento, Stoner dice que no. “Ver su respuesta a lo que quieren para cenar, que es ‘No sé’, es realmente revelador sabiendo que cuando yo tenía su edad y alguien me preguntaba ‘¿Quieres entrar en esta industria?’, podía decir ‘sí’, ‘no’ o ‘no sé’, pero no tenía ni idea”.

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