Es fácil encontrar agentes de los grandes modelos de lenguaje más populares que ofrecen predicciones del próximo número premiado con el Gordo en la Lotería de Navidad, que se basan en un análisis de los datos históricos del sorteo. Y es natural que la promesa de adivinar el premio resulte creíble para algunas personas: vemos cómo ciertas capacidades de la inteligencia artificial van mejorando y desconocemos cuáles son sus límites; además, en otros ámbitos, el análisis de datos permite extraer tendencias o patrones útiles para anticipar fenómenos. Sin embargo, se trata de un nuevo bulo de los muchos que se difunden sobre la lotería, sustentado en una falta de comprensión, o una intuición errónea, sobre cómo funciona el azar. La Lotería de Navidad está construida para que, en cada sorteo, todos los números tengan la misma probabilidad de salir premiados: todas las bolas son exactamente iguales, se entremezclan bien en el bombo y se extraen a ciegas. Por ello, que un número sea bonito o feo no afecta a sus posibilidades de salir agraciado. Aunque mucha gente evite comprar números como el 00000, el azar no tiene esos remilgos: es exactamente igual de probable que se seleccione la bola con ese número que cualquier otra. Más informaciónTampoco importa cuántas veces haya salido un número o cuánto tiempo lleva sin aparecer, el sorteo no tiene memoria. Pensar que la probabilidad futura de un suceso aleatorio concreto cambia porque ha ocurrido muchas (o pocas) veces antes es la llamada falacia del jugador. Puede llevar a pensar, por ejemplo, que, al lanzar una moneda, si han salido cinco caras seguidas, en la siguiente tirada es más posible que salga cruz. Sin embargo, la probabilidad sigue siendo, en cualquier tirada, la misma: ½ para cara y ½ para cruz. En la Lotería, esta paradoja se traduciría en creer, erróneamente, que un número tiene más opciones porque hace años que no sale. O en evitar el número premiado con El Gordo el año pasado, porque es imposible que salga de nuevo. Esta falacia se fundamenta en confundir dos cuestiones distintas: las frecuencias globales (que a largo plazo sí se equilibran) y los sucesos individuales (que nunca están influidos por el pasado). La primera idea es que, tras muchas repeticiones del juego, las frecuencias observadas de todos los posibles resultados tienden a acercarse cada vez más a su probabilidad teórica y se conoce como la ley de los grandes números. Esta no es una regla que actúe sobre cada suceso, sino una propiedad estadística del conjunto de muestras, cuando el número de ensayos es grande. Esta ley no dice que el sistema corrija desviaciones respecto a la probabilidad esperada, sino que, al acumular muchos resultados independientes, las fluctuaciones relativas se hacen cada vez más pequeñas. De hecho, afirma que cuantas más veces repetimos un experimento aleatorio, más cerca estará la proporción de resultados obtenidos de su probabilidad. Es decir, al lanzar una moneda 10 veces es normal obtener ocho caras y dos cruces, pero, al lanzarla decenas de miles de veces, la proporción de caras y la de cruces suelen acercarse mucho al 50%. El conjunto de los números premiados con la Lotería de Navidad desde sus orígenes, hace poco más de 200 años, es una muestra muy pequeña (más teniendo en cuenta todos los posibles resultados), por lo que es normal observar patrones numéricos que no reflejan tendencias reales del juego. Por ejemplo, que, en los pocos sorteos realizados hasta ahora haya mayor proporción de números acabados en 5, no significa que estos números sean, al contrario de lo que indica la teoría, más probables que los que terminan en 2. Los “analizadores avanzados de Lotería” emplean modelos de aprendizaje automático capaces de detectar estos falsos patrones mediante análisis histórico de los premios anteriores. Pero son espejismos que no permiten ofrecer mejores predicciones de los próximos números ganadores. Si se realizaran muchas repeticiones, todos los valores observados irían equilibrándose y acercándose a su probabilidad real: 1/ 100.000. “Haciendo un cálculo probabilístico básico, se estima que hace falta realizar más de un millón de sorteos (100.000 por logaritmo de 100.000) para que obtuvieran el Gordo todos los números que se juegan en La Lotería”, afirma Carlos García Mexide, investigador predoctoral en el Instituto de Ciencias Matemáticas. Sin embargo, tampoco en ese momento podríamos predecir el número que saldría en un sorteo individual; seguirá siendo, cada año, completamente impredecible. La ley de los grandes números tiene numerosas aplicaciones en el día a día: permite obtener resultados fiables de encuesta bien diseñados y estimar con bastante precisión la probabilidad de accidentes o enfermedades en grandes poblaciones para diseñar seguros. En estos casos, la clave está en emplear un número enorme de observaciones, lo que hace que las proporciones observadas en la realidad se acerquen mucho a las probabilidades teóricas.

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