Hay niños intensos, muy intensos, y luego está Elio Solis, obstinado en que el único sentido de su vida sea llegar a ser abducido por los extraterrestres, objetivo al que dirige todos sus pensamientos y acciones a lo largo de las 24 horas del día. Después de la agotadora Elemental, tan romántica como rancia, y antes de que el inevitable tsunami de Del revés 2 lo inundara todo —con sus muchos aciertos y algunos desbordes—, Pixar estrena Elio, una película que no revoluciona la animación ni recupera la excelencia perdida de Pixar, pero que al menos se permite volver a contar algo con ternura, foco emocional y cierta personalidad tras los fiascos creativos de Lightyear y la citada Elemental.Más informaciónCodirigida por la novel Madeline Sharafian (autora de Burrow, el corto sin diálogos que acompañaba a Soul) y Domee Shi (al mando de Red),Elio se construye desde una idea poderosa: la necesidad desesperada de un niño de 11 años, huérfano, solitario y de un no parar descacharrante pero latoso, por escapar. Sus padres murieron y ahora vive con su tía, soldado de alto rango en una base militar, con la que no acaba de encajar. Un planteamiento que lleva, poco a poco y de un modo sutil, a que el 29º largo de Pixar se convierta en una preciosa historia sobre la soledad, expuesta en una triple vertiente: la del niño huérfano, sin amigos, que sueña con huir. La de la tía, que no sabe lidiar con una situación tan compleja y con un chico tan listo y gracioso, pero mucho más necesitado de tiempo y tacto del que ella puede ofrecerle. Y la del propio planeta Tierra: ¿estamos solos en la galaxia, o acompañados?, que cantaba Siniestro Total.Hasta que un día los alienígenas llegan, se lo llevan y, en un malentendido cósmico, lo declaran embajador de la Tierra en la Asamblea Galáctica. La película se bifurca entonces en dos líneas narrativas. La más aparatosa, en el espacio, donde Elio coquetea con el cine de aventuras, pero termina naufragando entre aliens poco expresivos, diseños de baja imaginación y una paleta cromática rosa-azulada lejos del virtuosismo estético de Pixar. Un segmento, por cierto, con la base conceptual del comuniverso, una suerte de alternativa pacifista al multiverso de Marvel, con tintes alegóricos y hasta políticos, aunque sin apenas trascendencia.Un momento de ‘Elio’, de Pixar.PixarPero mientras eso ocurre, la Tierra no se detiene en la segunda línea narrativa. Y aquí la idea más jugosa —y también más divertida— de la película se desarrolla sin aspavientos: un clon extraterrestre de Elio, plantado en casa, adaptado con naturalidad y encanto a la vida terrícola y familiar, muta en inesperado espejo de lo que Elio podría ser si no estuviera tan roto por dentro. Ahí está el verdadero corazón de la historia. En esa vida paralela sin ruido. En la ternura entre líneas. En esa tía que no puede, pero quiere. Y en ese niño que grita en silencio por ser aceptado, por dejar de sentirse raro y único.Más informaciónElio apenas roza lo notable. De hecho, resulta descorazonador el diseño de los fondos animados tras los personajes, que nunca estuvieron en Pixar tan poco trabajados, emulando así, en el terreno animado, las temibles fotografías digitales con mínima profundidad de campo del audiovisual contemporáneo. Sin embargo, pese a sus deslices formales, sus alienígenas de segunda y su tramo espacial que nunca despega, logra un retrato estimable del dolor callado de la infancia: esa galaxia interior donde solo hay silencio, pero que, a veces, con suerte, puede llenarse de luz. Y no precisamente extraterrestre.ElioDirección: Madeline Sharafian, Domee Shi.
Intérpretes: Zoe Saldana, Brad Garrett, Yonas Kibreab (voces).
Género: ciencia ficción animada. EE UU, 2025.
Duración: 99 minutos.
Estreno: 9 de julio.

‘Elio’: Pixar mantiene un nivel medio con la galaxia interior de un niño roto | Cultura
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